31 de octubre de 2010

RECORDANDO A LOS MUERTOS

© Sarah Klockars-Clauser
o alguna clase de tributo al camino por el cual la vida nos alcanza.















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Y los chicos corren ya por las calles de mi barrio, pidiendo su dulce u ofreciendo susto. Adelantándose algunas horas a la tradicional noche de Halloween. Y mientras me divierto viendo sus improvisados trajes de vampiros y fantasmas, zombies y calabazas, pienso también en la seriedad de la celebración en sí, y en sus ancestrales orígenes. Los Druidas y El Catolicismo tuvieron cada uno su propia versión de la celebración aun cuando ahora se encuentren -quieranlo o no- entremezcladas; sin embargo su finalidad es la misma: el reconocimiento a los muertos como tributo a la vida.

Mucho tiempo ha pasado desde que mis abuelos conmemoraron su último "día de todos los santos", actividad que emprendían con gozo y cabalidad. Con la alegría de hacerlo porque así debía ser y con el esmero en los detalles del altar y las ofrendas específicas para cada gusto de sus muertos. Solo hasta muchos años después comprendí que la luz solo puede ser apreciada cuando se conoce la obscuridad y así también el valor de la vida se magnifica cuando apreciamos la muerte, cuando la aceptamos sin miedo y con actitud serena, hasta el punto de honrarla tanto o más que a la vida misma.

Me pregunto si en realidad será posible morir serenamente con el solo hecho de darnos cuenta de que la vida es un ciclo. Y en este sentido, mi punto de vista es que el ritual del día de muertos es un proceso terapéutico. Es tener la oportunidad de ofrecer lo que no se pudo -o no se quiso ofrecer- en vida a aquellos que aún amamos, aunque algunos dirán que esto al muerto de nada le sirve; Y hay quienes se quedan con esta idea cerrando las posibilidades de reconciliación consigo mismos. Por otro lado, al que ofrece su ofrenda con el corazón, el ritual bien llevado a cabo le devuelve paz, lo cual es un bien que todos necesitamos y buscamos, a veces sin saber por qué, y a veces sin saber el cómo. Y a veces sin saber nada.

Rendirle culto a nuestros ancestros lejanos y cercanos, es reconocerlos, es darles su lugar y honrarlos por heredarnos la vida. Y esto no es cualquier cosa como bien podrá usted notar. De esta manera ellos nunca mueren, y algún día... nosotros tampoco. ¿Sabe de algo más tranquilizante que eso? Como dice el ilustre oaxaqueño Cipriano José Cruz, "todo aquel que llega a morir empieza a vivir una eternidad".

Pero para aceptar esto hace falta fe, religión. Y esto es algo que no todos tenemos la capacidad de integrar a nuestro modo de vida. Por supuesto que me incluyo.

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Para finalizar, algunos links que me gustan.


"Llevo flores a tu tumba, padre. Mi hija juega en la paz del pequeño cementerio. Le muestro una fotografía en donde presumes tu pelo cano y la alegría de posar para una cámara. La niña se distrae con la placa que contiene las letras de tu nombre y el inútil mensaje de tus hijos. No sabes cómo quisiera saber dónde estás ahora, padre, y que me veas caminar por la vereda que juntos recorrimos." Escrito por: Saúl Juárez Vega en el libro "Es agua esta luz".

"El Día de los Muertos no es un día de tristeza. Es una fiesta de afecto y amor en la que recordamos a aquellos que ya no están. Es un momento de agradecimiento a la vida." Escrito por: Linda Lowery en el libro "El día de los muertos".


QUE PASES UN REFLEXIVO DIA DE LOS MUERTOS.